| EL CONSENTIMIENTO INFORMADO |  |
Cada vez son más los actuaciones clínicas que incluyen en su protocolarización la firma de un consentimiento informado por parte del paciente. En el caso de la persona mayor, esto plantea problemas específicos tanto de comprensión debido a limitaciones psíquicas o sensoriales como por la dificultad adicional que representa el tener que recurrir con mucha frecuencia a la familia.
En cualquier caso, con protocolo o sin él, misión del médico es siempre el informar de todas las posibles opciones diagnósticas y terapéuticas, con sus ventajas e inconvenientes, incluida la de no hacer nada. Junto a ello podrá recomendar una u otra de estas opciones, pero deberá ser el paciente quien, adecuadamente informado, preste o no su conformidad al plan propuesto. Esto implica la necesidad de un diálogo y el reconocimiento por parte del médico de que el paciente ha comprendido el tema y tiene capacidad para decidir a favor o en contra de su propuesta.
El hecho de que el paciente, por las razones que fuere, sea poco cooperador o adopte, a juicio del médico o de la familia, una mala decisión, no constituye prueba alguna de incapacidad.
Excepto en los pacientes en coma o demencias moderadas-severas, la incapacidad casi nunca suele ser absoluta y es importante respetar el margen de capacidad pueda quedarle a la persona mayor. Sólo cuando exista incapacidad manifiesta, el consentimiento debe proceder de la familia. Es importante valorar que las decisiones no vayan en perjuicio de la propia persona mayor, ya que sus intereses no siempre son coincidentes con los de la familia. Tampoco aparece siempre quién es el representante auténtico del paciente y puede haber discrepancias entre los distintos miembros de la familia.
Pero hoy en día con la ley en la mano, según la nueva ley de autonomía del enfermo, es solo el enfermo, no la familia, quien debe de dar la autorización para cualquier tema que se le solicite. Como es lógico cuando se habla de personas mayores, la familia ocupa una parte importante. Pero es necesario que la familia y el médico pese a los pesares, acepte las decisiones de la persona mayor.
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