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PROBLEMAS EN LOS HUESOS


Problemas en los huesos
Los problemas óseos más importantes en las personas dependientes son la artrosis, la osteoporosis, la fractura de cadera y el dolor. Estos problemas tienen un manejo específico para poder disminuir al máximo sus efectos de aumento de la dependencia.

Artrosis

La artrosis no es una enfermedad en sí, sino una consecuencia del envejecimiento. Es la destrucción del cartílago que cubre el hueso en las articulaciones y que pierde así su función de cojinete o almohadilla, por lo que la articulación tiene menos movimiento y se hace dolorosa. La artrosis afecta con mayor frecuencia a las manos, la columna vertebral, las caderas y las rodillas, y es en estos dos últimos lugares donde más perjuicios suele llegar a provocar.

Aunque no se conocen con certeza las causas de la artrosis, sí se sabe que los riesgos de padecerla aumentan con la edad y que un exceso de peso contribuye al desgaste de las articulaciones. Por ello la mejor prevención es evitar el exceso de peso en la articulación (disminución de la obesidad) y la sobrecarga excesiva o una inadecuada práctica laboral, así como la realización de un ejercicio físico adecuado y equilibrado.

Para tratar la artrosis, los médicos recurren a los analgésicos del tipo paracetamol, calor local y ejercicios. El calor relaja los músculos doloridos y estimula la circulación sanguínea en la región afectada. Por su parte, el frío provoca la constricción de los vasos sanguíneos y bloquea el influjo nervioso en la articulación, con lo que la región dolorida queda como adormecida, lo que también supone una terapia eficaz. En los casos de artrosis graves, se puede recurrir a la cirugía. La cirugía ortopédica, en particular la colocación de prótesis de rodilla o de cadera es una gran alternativa cuando el dolor y/o la incapacidad afectan a la calidad de vida. Los resultados suelen ser excelentes y no están limitados por la edad.

Una recomendación fundamental en el cuidado de la artrosis es la conservación de la agilidad de las manos. Las manos son un tesoro. Cuando las manos están bien, pueden abotonar la ropa, girar la llave en la cerradura, coser, hacer punto, manualidades, sujetar el cuchillo y el tenedor... Por eso es importante mantenerlas ágiles y flexibles durante el mayor tiempo posible. Algunos ejercicios contribuyen a ello de forma eficaz. A continuación se proponen algunos, sencillos de realizar, que se pueden practicar primero con una mano y después con la otra, cuantas veces se desee, siempre y cuando no provoquen dolores:

Llenar un barreño con agua caliente. Tanto fuera como dentro del agua, agarrar una esponja, apretándola y soltándola sucesivamente, primero con una mano y después con la otra.

En el mismo barreño, sustituir el agua por arena y esconder en ella una docena de objetos pequeños. Con los ojos cerrados, buscarlos e identificarlos por el tacto.

Colocar canicas (de venta en grandes superficies y en jugueterías) dentro de una bolsa y hacerlas rodar con la palma de la mano para activar la sensibilidad táctil.

Colocar una goma elástica alrededor de los dedos y tratar de separarlos, procurando alejar lo más posible el pulgar del meñique.

Con el antebrazo en reposo sobre la mesa, coger dos pelotas de ping-pong y hacerlas girar primero en un sentido y después en otro. Todos los dedos trabajan al mismo tiempo, pero es el índice el que hace girar las bolas. Es un ejercicio que favorece la circulación y, a la vez, relaja.

Osteoporosis

Es la pérdida excesiva de hueso, muy superior a la que normalmente se produce con los años, y que predispone a la fractura de éste por mínimos traumatismos. Ocurre con una frecuencia unas ocho veces superior en la mujer que en el varón debido al cambio hormonal que supone la menopausia y la llegan a padecer casi la mitad de las mujeres a partir de los 75 años.

Los primeros síntomas suelen deberse a pequeños aplastamientos de las vértebras, que al no poder soportar el peso se aplastan, lo que produce dolor o encorvamiento de la espalda.

La prevención se fundamenta en el ejercicio físico y una dieta abundante en leche y sus derivados. También se deben evitar ciertos factores favorecedores como el exceso de cafeína, alcohol o tabaco.

El esqueleto y la musculatura se desgastan más cuanto menos se usan. Hay que ejercitarlos, caminar al menos una hora al día y alimentarlos correctamente. El aporte diario de calcio debe ser de entre 1 y 1,2 g, cantidad que equivale a 100 g de queso gruyere, a un litro de leche, a dos de agua mineral rica en calcio o a 6 ó 7 yogures. No hay que olvidar tampoco las proteínas, necesarias para el crecimiento de los huesos y de los músculos. Es necesario un aporte de un gramo por kilo de peso corporal al día, es decir, una persona de 60 kilos precisará 60 gramos de proteínas diarios. Según un reciente estudio, para luchar contra la pérdida de masa muscular ligada a la edad es más eficaz consumir lo esencial de la ración proteica (carne, pescado) al mediodía en lugar de repartirla a lo largo de la jornada. Otros estudios afirman que las verduras de color verde oscuro, en particular el brécol, ricas en vitamina K, favorecen la mineralización ósea.

Para prevenir la osteoporosis realice ejercicio físico (deambular 15 minutos todos los días) y una dieta abundante en leche y sus derivados. Evite el exceso de cafeína, alcohol o tabaco, y no coja pesos de forma inadecuada
Para que el calcio se fije bien en los huesos, es necesaria la vitamina D, presente en los pescados grasos (sardinas, atún...) y, también, fabricada por la piel bajo los efectos de los rayos del sol. Media hora de exposición solar (a última hora de la tarde, en verano) es muy beneficiosa, como lo es tomar un complemento de esta vitamina al comienzo del invierno.

La osteoporosis, que afecta sobre todo a los huesos de la cadera, de las muñecas y a las vértebras, es una enfermedad silenciosa, que no avisa. Generalmente, la enfermedad ya está bastante avanzada cuando aparecen los síntomas, entre ellos, una curvatura acentuada de la espalda o una disminución de la estatura. Ambos son consecuencia de la compresión de las vértebras entre sí, pero, cuando esto sucede, con toda seguridad ya se han producido fracturas.

Para combatir la osteoporosis, la herramienta más útil son los medicamentos específicos que frenan la pérdida de masa ósea, favorecen su aumento y, en consecuencia, aminoran los riesgos de fracturas. Aunque los suplementos de calcio son beneficiosos, no son suficientes para frenar la progresión de la enfermedad. Sin embargo, el ejercicio físico (sobre todo caminar) ayuda a fortalecer los huesos y los músculos. Además, hay que mimar y cuidar el cuerpo: descansar tras un ejercicio que haya requerido gran esfuerzo, utilizar las extremidades de manera que no se fuercen las articulaciones, instalar rampas y barras de apoyo para ahorrar esfuerzos, no hacer esfuerzos inútiles, etc.

Como la consecuencia más temible de la osteoporosis es la fractura de cadera, lo más importante que se puede y debe hacer cuando aparezca la enfermedad es evitar en lo posible dichas fracturas, que casi siempre son consecuencia de una caída. Evitar las caídas es en la actualidad el tratamiento más adecuado que se puede indicar en una persona mayor con osteoporosis.

La fractura de cadera

El fémur es el hueso más largo de nuestro cuerpo. Recorre la pierna desde la rodilla a la cadera, a la que se ancla gracias a una cabeza redonda precedida de una zona de estrechamiento que forma un codo con el cuerpo del hueso. Esa zona estrecha es lo que se denomina cuello de fémur o cuello femoral.

Su fractura es muy frecuente entre las personas mayores. Generalmente, la fractura del fémur sólo ocurre cuando el hueso es frágil: antes de los 50 años no suele ocurrir, de no ser por un accidente o un golpe muy violento. Además de la edad, el sexo es un factor de riesgo: este tipo de fractura tiene mayor incidencia entre las mujeres debido a que, tras la menopausia, con el descenso de hormonas, se produce una pérdida de tejido óseo. La osteoporosis, que es la consecuencia de una pérdida excepcional de masa ósea, es también responsable de la mayor parte de estas fracturas: probablemente del 90%.

La fractura es consecuencia de una caída, generalmente tonta y no necesariamente violenta: un tropiezo con un bordillo, con una alfombra... En la fractura más frecuente se produce un crujido, se siente un fuerte dolor a la altura de la ingle y resulta imposible levantarse. La pierna adopta una postura particular: la rodilla mira hacia fuera y el pie descansa sobre su lado externo. Otras veces, los síntomas son, por el contrario, equívocos. El crujido no es tan claro, el dolor se localiza en el muslo y hace pensar en un tipo de tendinitis. Algunas personas logran, incluso, caminar (cojeando, debido al acortamiento de la pierna). Para disipar todas las dudas, hay que hacer una radiografía, única prueba capaz de diagnosticar la fractura.

El manejo de la fractura de cadera es siempre quirúrgico y constituye una urgencia médica. En cuanto se sospecha debe remitirse a la persona al servicio de Urgencias para la realización de una radiografía de cadera y llegar al diagnóstico de fractura. El tratamiento habitual es una operación quirúrgica y lo ideal es que si no hay ninguna contraindicación ésta se haga lo antes posible, a ser posible dentro de las primeras 24 horas tras la fractura. La operación puede consistir en consolidar el hueso con clavos o placas de metal o, lo que es más frecuente en la actualidad, colocar una prótesis de cadera. Los cirujanos tienen mucha experiencia en este tipo de intervenciones, las prótesis son hoy de gran calidad y la anestesia es mucho menos agresiva que hace algunos años. La mayoría de las prótesis se colocan con anestesia epidural, que sólo duerme la parte inferior del cuerpo, lo que permite operar sin restricciones, incluso a las personas que padecen enfermedades pulmonares o de corazón. Hasta no hace mucho era preciso someter la pierna a tracción, con la ayuda de cables, poleas y pesos, para que estuviera en la posición adecuada hasta la cicatrización, lo que podía prolongarse durante meses. A lo largo de ese tiempo, no era raro que el estado general de los pacientes declinara rápidamente, ya que, en muchos casos, la fractura se complicaba con la aparición de escaras, problemas respiratorios, flebitis...

Hoy todo esto ha cambiado. Por regla general, al día siguiente de la operación el enfermo ya puede sentarse. La duración y la calidad de la recuperación dependen tanto del estado anterior del enfermo como de su voluntad de volver a realizar una actividad normal. Una persona que se valía por sí misma antes de la fractura no tendrá grandes problemas, en principio, para volver a caminar: lo irá haciendo progresivamente, del brazo del fisioterapeuta, en los días siguientes a la intervención.

La cicatrización completa se produce, como término medio, en un plazo de tres meses desde la operación, pero hay que tener siempre presente que el estado de ánimo es un elemento esencial del tratamiento. El cirujano es el personal médico responsable de indicar cuándo el paciente puede apoyar e intentar comenzar la deambulación. Pero es muy importante exigir al traumatólogo la realización de rehabilitación con el traslado a unidades geriátricas de media estancia, llevadas por geriatras cuyo objetivo es la recuperación completa. Las fracturas de cadera no rehabilitadas continúan siendo una de las principales causas de inmovilidad y de dependencia. Toda persona mayor, tras el episodio de fractura de cadera, puede y debe volver tras la rehabilitación oportuna a su situación previa de movilidad.

Después de la intervención quirúrgica, el principal riesgo es la aparición de flebitis, es decir, la formación de coágulos en las venas. Para prevenirla es necesario la aplicación de inyecciones subcutáneas de heparinas de bajo peso molecular que deben de ponerse hasta un mes después de la fractura de cadera. Esto lo puede hacer el propio paciente o la familia, ya que la técnica de la inyección es igual que en las inyecciones de insulina.




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